domingo, 23 de abril de 2006

La Casa

Yo recuerdo la tradición de mi familia al juntarse en navidad, la cena, el brindis el ponche; yo recuerdo los años nuevos con triques bombones, chimenea y leños, también los días de iglesia con limonada y las galletas. Los desayunos, tamales y el sol que se recargaba en mi espalda para verlos platicar. Las casitas de los niños, los duraznos verdes y los tesoros que nunca desenterramos, recuerdo esa casa llena de chayotes, gatos, pajaritos y mariposas,mi silencio al observar tanta gente en el patio todo el día hablando de tantas cosas, las tardes de lluvia y las soleadas bañándome la cara, que solo podía esconder bajo un chal café o azul mientras el radio nos contaba un cuento: pero un cuento…

Recuerdo arpas, si no del cielo, guitarras aquí en la tierra que cantaban alegrías, fe y esperanza, también voces que las acompañaban y regaban de vida tablones de cemento con árboles de fruta y muchos niños jugando en ellos y corriendo como conejos en un campo que ahora está prohibido por que un día lo cerraron y dejaron de correr sobre el, y los cuentos del radio se terminaron y ningún chal me cubria la cara por que ni el sol bajaba a escuchar donde nadie platica en la cocina, en los tablones que el cemento trago o en los árboles con duraznos verdes… Entonces dejaron de existir los tablones, los árboles... como cuando apagamos el radio y el cuento comienza a ser un cuento que solo recordaría; con sus chayotes con sus duraznos y sus tzucumos, por sus tesoros escondidos y sus casitas de pasto y plástico, por sus tamales y su atole rosado, por su chimenea y sus llamas y las historias que frente a ella se contaban, por sus cenas, brindis y uvas, por sus largas platicas todo el día sobre su piso rojo y sus nueve muros de adobe, sus tejas y los pajaritos que se juntaban en ellas y bajaban sobre los tablones a jugar con las mariposas, a cortar frutas y comérselas, a hacer tazcalate con polvo de teja y a una galera alta de madera con ventanas grandes por donde veía todo esto mientras las guitarras hacían de fondo cuando el sol se ponía en las tardes.

Ahora lo recuerdo como un sueño que no paso, pues no encuentro nada de esto cuando abro los ojos, más bien como un cuento que comienza a serlo únicamente, cuando terminan de contártelo.